La biografía
Indica cuál de estos dos textos es una biografía. Para ello, escribe B en la casilla adecuada:
Samir y yo habíamos nacido el mismo día, una larga tarde de Ramadán, con una hora escasa de diferencia. Él nació primero, en la segunda planta, y era el séptimo hijo de su madre. Yo nací una hora después en nuestro salón de abajo; era la primogénita de mis padres, y aunque mi madre estaba exhausta, insistió en que mis tías y familiares celebraran para mí las mismas ceremonias que por Samir. Nunca admitió la superioridad masculina, por considerarla absurda y absolutamente antimusulmana. «Alá nos hizo a todos iguales», solía decir. Recordaba después que aquella tarde la casa había vibrado por segunda vez con el tradicional yu-yu-yu-yu y los cánticos festivos, y que los vecinos se armaron un lío porque creyeron que habían nacido dos niños varones. Mi padre estaba emocionado, yo era muy gordita y tenía la cara redonda «como una luna» y él decidió inmediatamente que sería una gran belleza.
, Sueños en el umbral. Muchnik Editores S.A. (fragmento)
Pero las aficiones deportivas del pequeño Miguel no se limitaban al balompié, por mucho que él había enfatizado este deporte. Si en 1989 publicaron su libro de «memorias deportivas» Mi vida al aire libre, y en una entrevista del momento aseguró que «al aire libre ha pasado, en efecto, más de la mitad de su vida», será porque desde su niñez fueron la calle, los patios colegiales y el campo sus escenarios preferidos y más frecuentados. Poco tiempo paró el niño Miguel en su casa de Colmenares, 10. Posiblemente su madre, doña María —a quien Miguel Delibes recordaba como «muy madraza, cariñosa, pero con sus raptos súbitos de mal humor como cuadra a una madre de ocho hijos»—, fue la primera en mandar a jugar al vecino Campo Grande a los niños a fin de poder atender más desembarazadamente a sus tareas domésticas. Miguel Delibes ha evocado en más de una ocasión el ambiente familiar y los equilibrios que su madre tuvo que hacer para sacar adelante tan numerosa prole: «La verdad es que en una familia cuyo padre era catedrático, con ocho hijos y mil pesetas mensuales —le contó a Goñi en el libro Cinco horas con Miguel Delibes—, el acomodo era más en pretensiones que en holgura económica. Lo pasábamos relativamente mal. Ser catedrático tal vez daba prestigio social, pero no dinero». Por eso María Setién «tenía que estirar mucho el sueldo de mi padre para mantener el tren de una casa con dos criadas, ocho hijos y veraneo. Menos mal que estas apreturas se veían en parte aligeradas por el tanto que nos correspondía de la serrería familiar que había montado el abuelo Frédéric».
, El quiosco de los helados. Miguel Delibes de cerca. Destino (fragmento)